Las toallitas no deben tirarse al váter, sino a la papelera o al cubo de basura
Una las principales amenazas para las redes de saneamiento y las depuradoras son las toallitas desechables. Al contrario de lo que indican en la mayoría de los envases, no se disuelven, por lo que ocasionan graves atascos y ponen en peligro los procesos depuración de aguas residuales.
Por tanto, las toallitas, después de su uso, deben tirarse a la papelera o a la basura y nunca al inodoro. El motivo es que no se disuelven ni son biodegradables, debido a su composición de fibras sintéticas.
Esto suele causar atascos en las tuberías de las viviendas y alcantarillados, incluso causar graves desperfectos en el camino que siguen hasta las estaciones de bombeo y, posteriormente, a las propias depuradoras.
Otro de los inconvenientes de las toallitas es el alto impacto medioambiental que generan, pues permanecen en el ecosistema mucho más tiempo que el papel higiénico convencional.
A este problema hay que sumar también el gasto de anual que generan para solucionar los atascos, así como las averías que provocan en el sistema de saneamiento, pues llegan prácticamente intactas a las depuradoras. Después de retirarlas, y solucionar el problema, además hay que trasladarlas a los vertederos o plantas de tratamiento de residuos autorizados.
El impacto negativo de este tipo de residuos sobre las infraestructuras de los servicios de agua urbana es una realidad en toda Europa. Arrojar las toallitas húmedas por el inodoro cuesta a los europeos cerca de 1.000 millones de euros al año, según datos de EurEau, la asociación continental que engloba a las empresas de abastecimiento y saneamiento.
Pese a que las toallitas se utilizan como sustitutivo del papel higiénico, sobre todo en los niños de más corta edad, solo el tradicional papel se disuelve con facilidad, y además lo hace de forma inmediata. Por tanto, es el único que se debe desechar en el váter.
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